Es tan emocionante ir a conocer un lugar nuevo y más si es un lugar al que vamos de vacaciones. Esta vez tuve la oportunidad de ir a Guanacaste; ya había ido antes pero era muy pequeña, así que mis recuerdos eran muy vagos, además de que esta vez fuí a un lugar diferente.

Me quedé en Nicoya y lo que más me gusto de este lugar fueron las noches tranquilas y bellas que se viven ahí. A este pueblo todavía no llega la violencia ni la inseguridad que causan los criminales, un ejemplo de esto es que se puede hablar por celular con toda tranquilidad a las 10 de la noche en el Parque de Nicoya; yo misma lo comprobé. Las noches no me gustaron sólo por ser tranquilas sino por la belleza del cielo nicoyano; había una luna llena preciosa y todos los días se veían las estrellas; cielos como ese no se ven ya en las ciudades.

No podía dejar de ir a las playas guanacastecas así que fui a Playa Carrillo y a Playa Sámara; muy lindas ambas pero mi favorita fue Carrillo. Esta es una playa donde hay conchitas y el mar no es muy fuerte. Hay palmeras, calle y montañas; casi no hay edificios y está muy limpia. Por otro lado, Sámara es una playa muy grande y llena de restaurantes, hoteles y escuelas de surf en la costa; la mayoría de la gente que pude observar eran extranjeros y según oí, en este lugar es común la delincuencia. Las dos playas tienen paisajes hermosos, pero desgraciadamente en Sámara la inseguridad ya está presente.

Estos días de Semana Santa me sirvieron para despejarme un poco de todo el estrés de la universidad y también para descubrir lugares hermosos que aquí en la ciudad son imposibles de imaginar. En realidad me sentí muy bien de ver que en Costa Rica tenemos lugares tan lindos pero me dejó con la inquietud de cuidar estos lugares, de no dejar basura en las playas, de conservar esa tranquilidad que se experimenta en muchas zonas rurales y de sacar de vez en cuando un tiempito para conocer mi país.